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Muchos no le perdonaron nunca su sangre española de padre y madre, sobremanera la primera que le venía directamente, nada más y nada menos que del mismísimo Hernán Cortés, del hacedor de México. Los Paz provenían de Extremadura, emparentados con los Cortés. Y por parte de madre su raíz hay que buscarla en Medina Sidonia, de donde era natural su abuelo Emilio Lozano Candón, y en Jerez de la Frontera, de donde lo era su abuela, Concepción Delgado Valle.
La obra y la vida de las personas que destacan con una cierta universalidad, se diluyen poco a poco en el marasmo de este agitado mundo cuando llega su muerte. La obra permanece en tanto en cuanto haya calado y lo siga haciendo en el interés general, hasta hacerse "inmortal", entrando en el mundo variante de los clásicos, o queda sepultada en el olvido.
En abril de 2001 se cumplió el tercer aniversario de la desaparición de Octavio Paz, poeta y ensayista mexicano, Premio Nobel de Literatura, con una obra extensa que el paso del tiempo irá poniendo en su sitio. Una parte permanecerá no se sabe cuánto, pero otra, aquellos escritos de carácter temporal, acuciado en muchos casos por la prisa del momento, pueden ir perdiendo su eficacia periodística de entonces, y quedar olvidados por obsoletos.
La obra octaviana bien merece una especial atención, sobre todo por lo que de crítica de la actualidad tienen muchos de sus escritos, que habrán de tenerse en cuenta a la hora de plantearse un juicio histórico del siglo XX. Sus incompletas Obras Completas están ahí para gusto de lectores y estudiosos.
Por lo que se refiere a su vida hay aspectos de su biografía que invita a repasarla, especialmente desde esta atalaya española. Octavio Paz, hay que decirlo, se sintió siempre profundamente mexicano y no permitía se le "confundiese" con un español. Efectivamente, era mexicano de pura cepa, con raíces tremendamente españolas y un pellizco de sangre indígena. Su árbol genealógico, pese a su empeño, aún no está terminado, y pocas o ninguna noticia hay de ese lejanísimo cruce de mexicano hispano con una indígena que él contaba con gusto, aunque de oídas.
En su último viaje a España, para dictar una interesante conferencia sobre Quevedo, uno de sus admirados poetas, tuve ocasión de dialogar con Octavio Paz Lozano, y tantear las posibilidades de traerlo a la tierra de sus abuelos. Fue en mayo de 1996, pero ya no pudo volver: complicaciones de salud lo tuvieron postrado, un incendio en su casa le trastornó, una operación delicada en U.S.A. y al final la muerte.
Hablamos de muchas cosas. Octavio Paz fue un hombre de carácter, afable, buen conversador y que pronto entraba al trapo: le gustaba discrepar y discutir, dando al contrario toda clase de facilidades para que él mismo se diese cuenta de que no tenía la razón. Esto era siempre como imposible.
Aquella última entrevista me sirvió para puntualizar algunos aspectos de su biografía, fundamentalmente los que se referían a su paisanaje asidonense, pero ni él mismo sabía por dónde andaba.
Es verdad que he sido parco en las cuestiones
personales, no solamente de mis familias, de mi familia paterna y de mi familia
materna, sino también por lo que se refiere a mi propia biografía;
no sé por qué, en realidad ahora estoy al final de mi vida;
a los años me doy cuenta de que he hablado muy poco de mí mismo,
excepto de un modo genérico.
Yo tuve tías. Tuve tres tías: Belica, Belica es Isabel, Belica-Isabel,
es una manera andaluza, creo. Aparece en el XVII, y en el XVI, en el teatro
de Lope, Belica. La otra se llamaba Leonor y la otra se llamaba
no me
acuerdo
María Teresa, pero estas eran, no sé si eran hijas
de un pariente, de un hermano o de una hermana, de mi abuela o de mi abuelo.
Creo que más bien eran de mi abuela. Luego había otros Delgado,
todo esto es por parte de mi abuela, que algunos siguen viviendo todavía
en México y otros
Pero en fin, sí, yo conocí mucho
a mis abuelos maternos.
Realmente hay que reconocer que no estaba muy puesto en relaciones familiares. La discrepancia llegó respecto a las noticias sobre su madre, Pepita Lozano Delgado. No sabía si había nacido en México capital o en Mixcoac, un pueblín cercano, absorbido hace años por el Distrito Federal, o quizás en Puebla. Quedó en que al volver a México procuraría buscar su acta de nacimiento. Posteriormente tengo constancia de que no fue en ninguno de estos lugares, por lo que el paso siguiente será buscarla en Cádiz capital, descartada una posibilidad como era la de que hubiese nacido en Jerez.
Y el año de nacimiento. Pregunto: ¿Su madre murió en el año 1985?
Exactamente.
Tenía ya 92 años.
No, no tantos, ¡eh! Nació en mil ochocientos noventa y...
... tres.
No, después.
No, nació en el 93. Según mis datos nació en el 93, porque...
Ella decía que tenía 86 años.
Ella se casó en 1991, el 27 de diciembre, y tenía 18 años.
Sí.
De ocho a once tres, de dos a once nueve: en el año 93. En 1893.
Entonces tenía más edad de la que me decía.
Toda la parte de la conversación sobre su familia transcurrió más o menos igual. Daba la sensación de que le gustaba recordar ochenta años atrás, pero sufría porque no se acordaba de los nombres, de los parentescos. Fue muy enriquecedor comprobar cómo este hombre, tan firme en sus convicciones, hablaba con tanto cariño e inseguridad de su parentela.
La conversación, en vista de que no había forma de ponernos de acuerdo, la derivamos hacia otros asuntos. Entresaco lo que me parece hoy más actual de su pensamiento, expresado aquel día de mayo de 1996.
¿Usted se considera un escritor político?
No, no, bueno, es una pregunta interesante. Yo me siento, sobre todo, un poeta... y también una persona que escribe ensayos, porque pertenece, diríamos, a una línea de escritores, de poetas, cuyo más ilustre representante es Antonio Machado, que mezclaron la poesía con la descripción sobre la vida, sobre la filosofía, sobre la poesía misma. Yo he escrito muchos libros en prosa, y también, puesto que soy un hombre del siglo XX, nací en 1914, el año de la guerra, pues siempre he participado en la política. Nunca he militado en un partido político, la política activa nunca me ha interesado, pero sí me ha interesado como espectador activo, espectador pero activo, como víctima, como testigo de lo que pasa, de lo que ha pasado en este siglo XX.
Yo creo que usted es más bien un progresista, es un renovador, pero moderado, no es...
Bueno mire usted, las palabras progresista y la palabra moderado, me revientan...
...¿Sí?...
... Yo no me siento moderado, pero tampoco me siento progresista, entre otras cosas porque no creo en el progreso...
Una interrupción me privó de iniciar otra discusión sobre su moderación y progresismo, fácilmente demostrables. Lo transcribo tal como ocurrió. Me resultó muy curioso.
Perdón señor, buenos días, nosotros somos cubanos de Miami...
¡Ah, caramba, qué gusto...
... y queremos además hacernos una foto, si...
... no puedo, perdón...
... perdón,...vale..., vale.
He tenido mucho gusto.
Encantada. Buenos días, señor.
Buenos días.Eso es política.
Sí. Como yo he defendido a esta gente de Castro, tienen una gran amistad hacia mí. Cuando estuve en Miami para otra cosa, me hicieron un recibimiento muy bien, muy generoso, muy cordial, me conmovió mucho. Imagínese, le voy a contar una anécdota muy conmovedora. Entre la gente que me recibió estaba un poeta, Cuadra. Este Cuadra, también estuvo preso, de doce a quince años preso. Yo intervine un poco en su liberación, fueron a pedirme una firma, firmé, era una petición, no recuerdo para qué gobierno, para que intercediese cerca de Castro, pero también escribí un pequeño artículo, hice algunas gestiones para que liberaran a este poeta joven, que estaba en Miami cuando llegué.
Me hicieron una lectura de poemas, ocho cubanos, entre los que estaba este amigo Cuadra. Él era el presidente de la sociedad de antiguos presos políticos de Fidel Castro. Me quiso poner un distintivo: "pero si yo no tengo derecho, eso es una usurpación, yo no he estado nunca preso, nunca he sufrido, y lo que he hecho por ustedes es mínimo, escribir unas cuantas cosillas ahí, nada más". No, por favor, acéptelo usted, me dijo. Tengo algunas condecoraciones y la que estimo más es ésta.
Buena ocasión para preguntar, en aquel entonces, qué pensaba de la situación política mexicana, en plena efervescencia, cuando el partido septuagenario en el poder estaba a punto de perder su hegemonía, como así ha sido.
El problema de México es un problema muy complejo, porque el PRI fue una creación del Estado mexicano, como un recurso de resolver la crisis, para influir en las crisis periódicas de golpes de Estado y ésto funciona. Nunca fue un régimen, como dijo Vargas Llosa, sin mucho realismo, una dictadura. Fue un régimen autoritario, por supuesto, fue un régimen que dio estabilidad al país, le dio paz, fue un régimen de movilidad social. Un joven de un pequeño pueblo, tenía buenas calificaciones en el colegio, luego le mandaban con una beca a la capital de la provincia, y volvía y a lo mejor entraba al PRI, y era presidente municipal o regidor. Casi toda la gente del PRI viene de la..., venía, porque realmente ahora se convierte en una verdadera oligarquía; primero fue el gobierno de los militares y luego una oligarquía, hace bastante, unos veinte años ya.
Es imposible disociar lo bueno de lo malo en la Historia de México, de la historia del PRI, pero hace bastante tiempo, desde el año 78, que el dilema no era como la gente de izquierda creía, entre revolución y PRI, sino entre democracia o anarquía. Bueno, aquí ha costado mucho la transición democrática, muchos años, muchas dificultades, ha sido nada pacífica, ha habido víctimas. Yo creo que se está realizando y se va a realizar.
El problema es quién va a sustituir al PRI, este es el gran problema: la izquierda no acaba de reformarse a sí misma, no hay en México un partido socialista como el español, o el francés, que podría ser el PRI, como fue originariamente, pero se corrompió; y luego, el partido conservador no acaba de formarse, tiene un origen, primero muy influído por las ideas europeas, y después, ahora por los neorrepublicanos de Estados Unidos y tampoco termina de madurar. Pero, en fin, vamos a ver, hay que apostar por la libertad y vamos a ver qué pasa. Sí creo que se está acabando.
El PRI tiene como una influencia social en la vida, existe, pero queda la estructura, queda el esqueleto, quedan ciertos privilegios, y esto se va, creo yo, se va desmoronando poco a poco. Les pasó a ustedes con Franco, con el franquismo, no cambió de golpe, ni comenzó con la muerte de Franco, comenzó ya en vida de Franco; con Fraga y otros más, que poco a poco empezaron a cambiar el país. Todavía están, bueno ya no están ustedes, ya pasaron. Han sido más afortunados que nosotros.
Realmente el PRI no es, no representa, como la España, no sé cómo llamarla, absolutista, carlista, absolutista derechista, franquista. El PRI lo tiene que encontrar, representa la revolución, el progresismo, la demagogia constantemente, la corrupción, muchas cosas.
Es curioso, la política española actual es moderada, de ambos flujos; Felipe González es un hombre moderado, digamos, y Aznar yo creo que también lo es, pero el temple del país es de radicales, alterados siempre... cuando llegué, una anécdota divertida. Cuando llegamos al aeropuerto, tuvimos dificultades con las maletas, porque eran muchas, mi mujer viaja con demasiadas maletas. De pronto, los taxis llegaban, estábamos esperando uno, pero un taxi se adelantó y se fue por otro lado; era el que nos correspondía realmente, pero estaba un poco lejos, y yo no puedo porque estoy enfermo, no puedo llevar maletas tan pesadas, y entonces, como le decía "espérese", le produjo al taxista una indignación, una cólera, "oiga, que no es para tanto", le dije, "si quiere máteme, pero cállese". Era realmente una furia..., bueno esto es España.Yo creo que sí, que existe una crispación, una crispación continua. Unas veces más alta y otras veces más baja, pero crispación.
Es curioso, ¿de qué vendrá? Siempre ha habido. Los españoles en el siglo XVII eran también conocidos por el espíritu pendenciero. Muy extraño, porque hay, no me acuerdo ahora del nombre de un historiador italiano, que vivió en la época de Fernando el Católico, estuvo una temporada larga en Barcelona, en España, pero sobre todo en Barcelona. Hace una descripción de los españoles bastante divertida: son valientes, inteligentes, que por fortuna se pelean tanto entre ellos, que no podrán conquistar Europa. Se equivocó, la conquistaron. Es muy divertido porque a este italiano, era un florentino, le sorprende más (pensando que los italianos tienen lo suyo también) el espíritu, no sé cómo llamarlo, guerrillero, pendenciero, de los españoles; individualistas, pendencieros, desdeñosos de las artes, amantes de las armas y desdeñosos de las artes pacíficas. Entonces, cuenta que en las artes españolas, la mayor parte de los buenos artesanos son franceses, no son españoles. Es muy curioso, ¿verdad?
El tiempo ha pasado y él no ha visto el cambio en México. Y, hay que reconocerlo, el español pendenciero es el que viajó a América y allí se quedó.
Octavio Paz merece una atención especial de cuantos nos sentimos inmersos en inquietudes literarias, artísticas, históricas y políticas, que fueron, en suma, su caballo de batalla a lo largo de sus ochenta y cuatro años. Y en Medina Sidonia más, por nuestra paisana cercanía.
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