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Etnografía Asidonense
Mi abuelo era herrador
Inmaculada Guerrero Parrado*
Mi abuelo era herrador, poca gente conoce y valora este oficio que en otra época fue imprescindible para todos los que faenaban en el campo, este trabajo es uno de los más delicados e importantes relacionados con los caballos, los mulos o los asnos, el herrador pone herraduras en los cascos del animal para protegerlos y amortiguar los golpes y el peso del animal.
Hace unos días, en una celebración familiar mi abuelo, Sebastián Guerrero Astorga, me contó lo que a lo largo de su vida ha sido su profesión. Nació el 3 de Diciembre de 1926 y con 10 años comenzó el aprendizaje del oficio con su padre que también era herrador, su abuelo fue veterinario que en aquella época eran los que herraban a los animales. Como veis, siguió la tradición familiar como en otras tantas profesiones de antaño. Regentó el taller con sus hermanos, su primer caballo lo herró cuando tenía 11 ó 12 años y con 16 se fue una temporada a trabajar a Chiclana, allí lo hacía en la Plaza de Abastos. En Medina estableció su lugar de trabajo en la Fuente Salada (el local todavía existe junto a la fuente donde ha estado el surtidor de gasoleo agrícola durante muchos años), lugar excelente ya que los animales abrevaban allí, tanto por las mañanas cuando iban hacia el campo como por la tarde cuando regresaban.
Para herrar un caballo, me contó, lo primero que hay que hacer es aflojar las herraduras viejas sin hacerle daño y quitárselas con las tenazas de remachar, posteriormente se procede a preparar la uña para la nueva herradura, con la cuchilla se corta el casco que está pegado a la ranilla (parte media del casco de las caballerías entre los dos pulpejos), se corta el casco con las tenazas de corte y se allana con el pugabante hasta el momento en que aparezca una línea blanca que indica que hay que suspender el limado por ser ésta una parte extremadamente sensible del caballo. Después se limpia la parte muerta de la ranilla y ya estará preparado para la nueva herradura.
Utilizaba cuatro tipos de herraduras con tamaños diferentes numeradas del 1 al 4, para manos y pies, tanto para caballos como mulos y asnos; verificaba que la herradura se ajustara al caballo trabajándola con un martillo grande en el yunque, teniendo en cuenta si el caballo presentaba alguna malformación para corregirla en lo posible y por último procedía a fijarla al casco usando 6 ó 7 clavos con el martillo remachándolos en la muralla.
Si el animal era de uso diario había que herrarlo cada mes y si no cada dos meses; herrar un caballo, es decir, ponerle las cuatro herraduras solía costar hacia 1940 unas 6 pesetas, cada dos años se solía subir el precio, hoy en día cuesta herrar un animal entre 30 y 36 euros (5.000 ó 6.000 pesetas). El único taller de herrador de Medina Sidonia era el de mi abuelo Chano, vivía solamente de este oficio ya que había muchos animales por ser necesarios tanto para el trabajo agrícola como para el transporte, en los últimos años de la década de los 60 coincidiendo con la mecanización del campo y el aumento de coches, empiezan a desaparecer muchos animales por lo que mi abuelo empezó a llevar los Seguros Santa Lucía para complementar sus ingresos, también regentaba un bar en la Plaza de la Carretita junto al Caminillo (allí también herraba), en 1981 además se hizo cargo del cine Thebussem hasta que éste cerró unos años más tarde.
Trabajaba tanto para particulares como para grandes cortijos, solía ir a herrar a La Quinta, Machorro, El Pedroso, La Carrascosa, El Yeso, El Curado, Pozo el Lobo, Pocasangre, Coloma, La Morreala, Los Naveros, Guerra, La Nava, La Zorrera, Las Agrarias, La Yeguada, Torrecilla, Vacargao, Los Arenalejos, Los Alburejos, Cantora,..., lo hizo para gente importante o conocida como el torero Paquirri en el Cortijo la Cantora, D. Luis Caballero, Terry, Bohórquez, Osborne, Díez, ...
En cada animal se tardaba aproximadamente una media hora dependiendo de lo tranquilo o alborotado que se encontrase, en un día normal se herraban 14 ó 15 caballerías, aunque en feria o verano podía llegar a 30 ó 40. En el año 1942, cuando tenía 16 años, en la feria de mayo se le cayó una vigoña (yunque) en los pies cuando cargaba el carro para irse a su casa y a consecuencia del golpe estuvo tres meses sin poder trabajar.
El herrador también cuidaba de la salud del caballo como las enfermedades de manos y patas: cojeras, lupia, sobrehueso, vejigas, sobremano, etc. o en el casco: un cuarto, una rafa, un clavo pasante, …
Mi abuelo Sebastián dejó de herrar en el año 1994 a los 68 años por problemas de salud, se necesita mucha fuerza y después de una operación de hernia no le fue posible continuar. Actualmente hay uno o dos herradores en Medina Sidonia que atienden la demanda de los distintos cortijos que todavía cuentan con animales para herrar.
– Tenazas de corte: Se utilizaba para cortar el casco (la uña del animal).
– Pugabante: Servía para allanar el casco.
– Cuchilla: Para cortar el casco.
– Tenazas para remachar: Se utilizaba para cortar los clavos.
– Martillo grande: Para preparar la herradura para que encajara en el casco.
– Martillo pequeño: Para clavar los clavos.
– Escofina: Para lijar el casco.
– Yunque: Para preparar la herradura.
Charlando con mi abuelo me enteré de esta profesión, desconocida
para todos mis compañeros de estudios, que tan cotidiana fue hasta hace
unas décadas. Otro oficio más de la historia de las gentes de
mi pueblo: Medina Sidonia.
Notas:
* Inmaculada Guerrero Parrado es nieta de Sebastián Guerrero (Chano “El Herrador”) y alumna de 2º de Bachillerato Tecnológico en el I.E.S. San Juan de Dios de Medina Sidonia.
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