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 MIS AFICIONES A LOS LIBROS

José Amosa Utrera

 

En los últimos años de la década de los ochenta del pasado siglo XX, tuve la ocasión de reunirme varias veces con D. José Amosa. El motivo era el de recabar alguna información sobre la ciudad, de alguien de quien tenía constancia que podía ayudarme en el estudio de las nomenclaturas de las calles de Medina Sidonia que por entonces me encontraba realizando; no sólo por la gran cantidad de datos que atesoraba, dada la avanzada edad que ya entonces tenía, sino, sobre todo, porque durante mucho tiempo había sido funcionario del Ayuntamiento, ejerciendo diversos cargos como el de Secretario accidental, que le permitió acercarse más de una vez a las fuentes de nuestro magnífico Archivo Municipal. También me facilitó algunas fotografías de la población realizadas por él en los años sesenta, que utilicé en el libro El Callejero de Medina Sidonia que se publicaría en 1992.

En uno de estos encuentros pude saber que D. José había conocido al Doctor Thebussem, y viendo mi interés por este hecho, me regaló un manuscrito en el que se había preocupado de recoger sus recuerdos y aspectos sobre la biografía de nuestro insigne personaje.

Se reproduce a continuación la parte del texto referida, principalmente, a los años vividos por Amosa junto al Doctor Thebussem y la influencia que ejerció en él, pues entiendo que es lo más interesante y original, por lo inédito, de dicho manuscrito. Finalmente, decir que me he limitado a transcribir, con la excepción de algunas correcciones formales que la máquina de escribir no permitió realizar al propio autor. (Salvador Montañés Caballero)

 

En los primeros años de mi vida -hasta los once- conviví con MARIANO PARDO DE FIGUEROA Y SERNA (EL DOCTOR THEBUSSEM), en el nº 2 de la entonces llamada calle Tapia, que posteriormente llevó su nombre, es decir, el de su famoso pseudónimo, y en cuyo domicilio mi padre era el Mayordomo de tan insigne polígrafo y destacado cervantista; y casi constantemente, en los ratos en los que su pluma descansaba, le era de su agrado mi infantil compañía; probablemente por ese singular afecto que se le tiene a los menores, por los que, ya en una ancianidad, reposada y amable, disfrutan con tenerlos a su lado.

Esta circunstancia me llevaba en muchas ocasiones y con mi natural alegría, a que le acompañara a su impresionante Biblioteca, ante la que mi incipiente admiración quedaba sorprendentemente deslumbrada por aquella multitud de libros, perfectamente ordenados y que yo casi no podía comprender el por qué se encontraban allí. Luego, cuando el paso del tiempo me fue haciendo razonar, comprendí que había sido la fuente del saber que el talento del Doctor Thebussem supo atesorar y que permitió que fuera uno de los más preclaros y polifacéticos escritores del siglo XIX, conocido en todos los ámbitos del mundo literario, a pesar de que las ediciones de sus libros fueron muy reducidas, y que dedicaba y regalaba a sus amigos en el saber, entre ellos Zorrilla, Castro y Serrano, Juan Valera, Gaspar Núñez de Arce, Francisco Silvera, Francisco Romero Robledo, Rodríguez Marín, Menéndez Pelayo, Fernández Guerra, Hartzembusch, Muñoz Pavón, etc.

Una excepción hubo en las tiradas de sus libros, y que por curiosa y original quiero dejar de ella aquí constancia, Fruslerías Postales, que escribió como añadidura al intitulado Un pliego de Cartas, que publicó en el año 1891. La tirada, rompiendo su tradición, fue a costa de sus herederos, de 1.110 ejemplares, distribuyéndolos de la siguiente manera:

- A los carteros de Madrid para que
los vendan o utilicen como
mejor les plazca 1.000

- Destinados a las bibliotecas, periódicos
y amigos del autor 100

- Puestos a la venta en Madrid ( Librería de Fe) al precio de 10 Ptas. el ejemplar,
a fin de que nadie los compre 10

  TOTAL 1.110

Uno de los entretenimientos que me agradaban en extremo era cuando, en la biblioteca, el Doctor se dedicaba a ordenar y encuadernar la numerosa correspondencia de los escritores amigos de los que acabo de hacer mención, ya que era un hábil encuadernador; cartas que, en volúmenes, quedaban luego cronológicamente guardadas en un anaquel especial para esta finalidad, situado detrás del sillón que siempre utilizaba cuando permanecía en aquel lugar. Igualmente, tampoco me desagradaban (como era natural) las monedas de cobre que guardaba en un recipiente de hojalata y que acostumbraba él regalarme alguna de ellas en frecuentes ocasiones, para que comprara caramelos.

DON MARIANO, JOSE MARÍA, Odón de la santísima Trinidad, PARDO DE FIGUEROA Y DE LA SERNA, había nacido en Medina Sidonia el día 18 de Noviembre de 1828, hijo legítimo primogénito de Don José María Pardo de Figueroa Manso de Andrade y de Doña María Luisa de la Serna y Pareja. Fue bautizado el mismo día de su nacimiento, siendo su padrino Don Francisco de Paula de la Serna y Montes de Oca, abuelo materno, y siendo testigos del solemne acto Don José María Butrón, Teniente de marina retirado de la Real Armada y Don Pedro Jiménez Cote, Coronel de Infantería retirado.

En su dilatada vida se dedicó a escribir sobre temas de Administración, arqueología, biografía, caza, cervantinos, comercio, correo, costumbres, cuentos, desafíos, fábulas, filatelia, filología, gastronomía, genealogía, gramática, hacienda, heráldica, historia, imprenta, jeroglíficos, jurisprudencia, lexicografía, pesca, política, sigilografía, tauromaquia y teatro. El Doctor Thebussem, estuvo considerado como excepcional cervantista y merecedor de una especial mención, por sus Epístolas Droapianas, a las que dedicó ocho años de labor intensísima.

Aunque ya he dejado consignados temas que caracterizaron su extensa producción literaria, ya que algunos de sus biógrafos estiman que escribió ochenta y un libros, mencionaré algunos de los títulos de ellos: Raciones de artículos, que constan de cinco volúmenes que fueron publicados en los años 1892, 1894, 1898, 1902 y 1907 (el que coincidió con el de mi nacimiento), Kpankala, Mesa Moderna, Doña Blanca de Borbón, Literatura Filatélica, Renacimiento del Derecho, Un triste capeo, Notas bibliográficas, Apéndice a las mismas, Chascarrillos Andaluces, Ristra de ajos, Pliego de Cartas, Fruslerías Postales y Notas genealógicas que para tomar el Hábito de Santiago, presentaron Don Mariano, Don Francisco y Don Rafael Pardo de Figueroa Serna Manso de Andrade y Pareja. En relación con este último escrito, decir que el acto de la toma de Hábito de Santiago tuvo lugar en la Parroquia del mismo nombre de Medina Sidonia, el 13 de Enero de 1889. Don Mariano, después de cruzarse Caballero, armó sucesivamente a sus hermanos y, luego, los tres caballeros abrazaron a su padre, venerable nonagenario.

Como queda dicho, el Doctor Thebussem tuvo tres hermanos, D. Francisco, D. Rafael y D. José Emilio, todos marinos (el último muerto en Cavite, Manila, Filipinas). También tenía una hermana, llamada Doña Josefa, aficionada igualmente a las letras y al ejercicio de la caridad, a la que Castro y Serrano retratara con la siguiente frase: "Esta Parda vale más que todos los pardos, aunque éstos no son mancos".

Don Mariano, que inmortalizó en la república de las letras el pseudónimo de DOCTOR THEBUSSEM, falleció en su Ciudad natal el día 11 de Febrero de 1918, a las diecisiete horas, momento en que quedó paralizado aquel prodigioso cerebro junto con su corazón, a los 89 años de edad; a consecuencia, según el parte facultativo, de debilidad senil. Al conocerse la triste noticia, la casa que habitaba el Doctor se llenó de personas de todas las clases sociales, para expresar su sentimiento de pesar por la muerte de tan ilustre personaje que por todos fue siempre querido, respetado y admirado.

Yo, que por mis pocos años, recorría constantemente todas las dependencias del inmueble con la inquietud que el triste acontecimiento y aquel gentío me producía, fui a su dormitorio, donde el cadáver se encontraba, que parecía estar mirando el cuadro de la Dolorosa con su puñal de plata atravesándole el corazón. Éste, juntamente con la lápida que contenía el epitafio visigótico a Servanda que se encontraba colocada en el patio y el Morrión de Fermoselle, constituían las tres antiguallas que Don Mariano, en varias ocasiones, me había hecho conocer y que constituían un tesoro muy estimado.

También, un poco más tarde, pasé por el salón donde había sido colocado el féretro todavía descubierto, en el que yacía el cadáver vestido con el uniforme bordado en plata, con el que le habían obsequiado los Jefes y Oficiales de Correos cuando fue nombrado Cartero Honorario de España y de las Indias; que aparecía cubierto con el hábito de Caballero de Santiago, y tocado con el birrete de la misma Orden.

El acto del sepelio tuvo lugar al siguiente día 12, constituyendo una impresionante manifestación de pesar, figurando en el cortejo fúnebre todo el Venerable Clero, con Cruz alzada y diversos estandartes. Detrás del féretro iban, además de sus familiares, las personas que eran o fueron miembros de la Corporación Municipal, precedidos de los Maceros y Clarinero; las cuales se turnaban en el gobierno municipal en los distintos procesos electorales, unos como miembros del partido Conservador y otros del Liberal, que eran los núcleos políticos que en aquel entonces predominaban, y que en el acto del sepelio vestían levita y relucientes sombreros de copa; detrás, la inmensa muchedumbre que quiso rendir su último tributo a tan preclaro asidonense o medinés, gentilicio que gustaba más de utilizar el fallecido.

Encontrándose mi padre entre los asistentes al entierro, utilicé su ausencia, para, mezclado entre la chiquillería, acompañar también al cadáver hasta el Cementerio Católico, donde hasta un día antes estuvo colocada una lápida cubriendo un nicho, en la que se leía "VACIO propiedad de Mariano Pardo de Figueroa", pues, desde bastante tiempo antes de su muerte, no sólo tenía adquirido en propiedad dicho lugar, sino que además, en un almacén existente en su domicilio, cuyo suelo estaba, por cierto, forrado de zinc, tenía guardado el que debía ser su féretro y también los candelabros y velas que debían estar encendidas las horas que, después de su muerte, permaneciera en su domicilio.

Poco antes de ocurrir este triste suceso, la revista "Coleccionismo" organizaba un homenaje nacional al Doctor Thebussem, acuñándose con este motivo medallas conmemorativas, de las que poseo una de plata y otra de bronce, y cuyo homenaje no llegó a celebrarse por la causa expuesta.

También fue honrada su memoria el año 1968 por la Asociación Cultural "Lope de Vega" de Barcelona, al celebrarse el 50 aniversario de su muerte, con una exposición de Correos los días 6, 7 y 8 de Abril, autorizándose por la Dirección General del Ramo un mata-sellos especial para Medina Sidonia con la efigie de Thebussem.

En la casa en que vivió hasta su muerte fue colocada una lápida, en la que figura en su ángulo superior derecho la Cruz de Santiago en rojo, y en caracteres negros la siguiente inscripción: "CASA MORADA DEL EXCMO. SR. D. MARIANO PARDO DE FIGUEROA, CABALLERO DEL HÁBITO DE SANTIAGO, QUIEN HIZO GLORIOSO EN LA REPÚBLICA DE LAS LETRAS EL SEUDÓNIMO <<DOCTOR THEBUSSEM>>. EN ELLA PASÓ A MEJOR VIDA EL DÍA 11 DE FEBRERO DEL AÑO DE NUESTRA SALUD DE 1918 AÑOS. LAUS DEO".

Además de Caballero del Hábito de Santiago, el Doctor Thebussem era Correspondiente de las Reales Academias Española y de la Historia, pertenecía a la Sociedad Histórica de Utrecht, al Instituto Arqueológico de Roma, a la Real Academia de Buenas Letras, a las Sociedades de Gastronomía y Filatélica de Londres, siendo además Presidente de "El Arte Culinario de Madrid".

Don Lorenzo Domínguez Pascual, a los pocos días de ser nombrado Ministro, le concedió la Gran Cruz de Alfonso XII por sus méritos extraordinarios. No costó poco trabajo a la familia que el Doctor aceptase la Banda Violeta. La modestia y desprendimiento de hombre tan original, en todo fueron proverbiales.

En sus últimos años solía ir a la Iglesia de la Victoria, cercana a su casa, para oír la Santa Misa; también en algunas ocasiones acudía hasta el Casino situado en la calle San Juan, para reunirse en tertulia con sus amistades o jugar una partida de tresillo.

Interesado en conocer las noticias que se producían en el mundo, al no permitirle su vista cansada la lectura de la prensa, daba ocupación a un lector llamado Manuel Sánchez Moreno, quien diariamente le ponía al corriente de cuanto los periódicos publicaban.

Diversos escritores han narrado las numerosas originalidades del Dr. Thebussem mundialmente conocidas, pero como botón de muestra quiero referirme a dos de ellas:

Era propietario de una huerta que él denominó "Castillo de la Huerta Cigarra", castillo que nunca existió y donde fechó muchos de sus escritos, y hay quien asegura que nunca pisó dicha huerta. Usaba para escribir sus cartas un papel timbrado en él que figuraba el imaginario Castillo con sus dos torreones y portada ojival; otras veces empleaba para este menester un papel con la Cruz de Santiago, como Caballero que era de la Orden.

Como en Medina predomina el fuerte viento de Levante, colocó en uno de los cierros de su domicilio una pequeña cortina de color rojo, de la que pendían varias cencerritas, que con la fuerza de Eolo sonaban constantemente, y era el aviso fiel de que no se podía salir a la calle y, por consiguiente, no le sería posible ir al Casino a la tertulia con sus amistades.

Últimamente, el día 18 de Noviembre1 se descubrió en la Plaza de la Cruz un monumento que, después de una leyenda alusiva al homenajeado, está rematado por el busto en bronce de tan preclaro hijo de nuestra Ciudad. El Comité de honor de este nuevo homenaje y de la exposición "Legado del Doctor Thebussem", así como las diversas conferencias y encuentros de las Sociedades Filatélicas de nuestra provincia, estuvo integrado por el Presidente de la Junta de Andalucía, el Capitán General de la Zona Marítima del Estrecho, el Gobernador Civil de Cádiz, el Director General de Correos y Telecomunicación, el Presidente de la Diputación de Cádiz, el Alcalde de Medina y D. Luis Martel Hidalgo.

Después de lo que dejo consignado, los constantes y cariñosos contactos que tuve la suerte de tener con el Doctor Thebussem, casi todos ellos en la Biblioteca durante gran parte del día, y aunque con el peligro que para él representaba, por su avanzada edad, rodar por las escaleras (la Biblioteca estaba en la planta baja de la casa); como ocurrió en una ocasión, y por mis pocos años no pude yo solo socorrerle (pues era alto y enjuto), teniendo que poner en aquella ocasión en movimiento a todos los de la casa: a mi padre, a Nicolasa, la cocinera, y a Maria Josefa, la cuerpo de casa, para que acudieran en su auxilio, aunque afortunadamente no le ocurrió nada.

Estos contactos fueron para mí la fértil semilla para que empezase a estimar y considerar una incipiente afición a los libros, a pesar de mi corta edad, en la que casi no sabía leer, pero que luego en el transcurrir del tiempo de estar a su lado, me fue inculcando lo que más tarde fuera mi gran afición, y que me permitió a lo largo de mi juventud, ir recopilando poco a poco libros hasta conseguir una modesta Biblioteca, en la que hoy tengo las obras completas de Cervantes, Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Duque de Rivas, Santa Teresa de Jesús, Miguel de Unamuno, Baltasar Gracián, Alejandro Casona, Benito Pérez Galdós, Vicente Blasco Ibáñez, Amado Nervo, José María de Pereda, Armando Palacio Valdés y Federico García Lorca; y entre los extranjeros, las de Willians Shakespeare y Molier; también existen en ella veintidós tomos de Teatro Español, diecinueve de los Diccionarios Salvat, Monitor y Amaya; cuatro de Primavera y Flor de la Literatura Hispánica, seis de la Historia de España del Marqués de Lozoya, nueve de la Historia del Arte, tres de Historia Natural, dos de los Heterodoxos Españoles, dos del Concilio Vaticano II, Versión Crítica de la Sagrada Biblia de Bover y Cantera, Vida de Jesucristo de Giuseppe Riciotti, Museos de Pinturas de Madrid de Bernardino de Pantorba, breviario de la Historia de la Humanidad de José Piojan, El Decamerón de Boccacio, Historia de la Revolución Francesa de A. de Lamartine, El Diablo de G. Papini, Viajes Extraordinarios de Julio Verne, Rimas y Leyendas de Bécquer y Acotaciones de un Oyente de Wenceslao Fernández Flores. Entre otros doce tomos de la Gran Enciclopedia de la Salud y uno de Medicina para todos.

Además de los títulos que dejo mencionados, conservo numerosos volúmenes que quizás harían monótona su referencia, pero no quiero olvidar el titulo "MIL LIBROS" del que es autor Luis Nueda, con sus 1.868 páginas a dos columnas, en las que se recogen de una manera extensa, los extractos de obras de 347 autores que tratan de Ciencias, Filosofía, Religión, Literatura, Ensayos, Novelas y Teatro, el cual me agrada releer de vez en cuando.

Por los muchos años de agradable embriaguez que la lectura me ha proporcionado, indudablemente, tengo una tenue capa de barniz cultural, que aunque sea leve, vengo procurando conservar en el decurso de todas mis actividades.

En relación con todo lo que acabo de dejar consignado, tuve el deseo de hacer algunos "pinitos" en el Diario de Cádiz y en La Unión de Sevilla, de los que fui corresponsal durante varios años y en los que, además de las noticias de nuestra localidad, me permitía de vez en cuando escribir algún articulo sobre hechos o sucesos destacados, pudiendo comprobarse todo ello en las hemerotecas de ambos periódicos.

No quedó conclusa esta afición en mí de colaborar en la prensa, sino que me atreví durante varios años a dirigir el folleto que con ocasión de la Feria y Fiestas de Medina Sidonia distribuía el Ayuntamiento y en el que colaboraban brillantemente Tomás Gómez Cárdenas, Enrique Hormigo Sánchez, Emilio Corbacho Pérez de Alba, Miguel Rodríguez Pantoja, Jesús Mª Butrón de Mújica y Ruiz, el extraordinario poeta y rapsoda Isidro Gómez García; si bien algunos otros de los mencionados cultivaron también la poesía, en relación con los encantos naturales de Medina. Entre los artículos míos publicados en el Folleto de referencia recuerdo los siguientes: "Medina Sidonia en la ausencia y el recuerdo", "Cinco hijos ilustres de Medina Sidonia (Villavicencio, Montes de Oca, El Doctor Thebussem, Sánchez Moguel y el Almirante Cervera)", "Santa María la Coronada", "Desde el Castillo de Medina Sidonia", "El Doctor Thebussem", "El Escudo Municipal de Medina Sidonia", "Apuntes de la Feria", "Adiós a los aguadores", "Ganadería y Agricultura"; y algunos otros que firmaba X; así como los que titulaba "Hace 100 años", en los que relataba anualmente en el folleto de referencia los hechos que ocurrieron en el siglo anterior.

 


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